Cuando el cielo cae sobre nuestras cabezas…

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Los impactos son una de las principales fuerzas moldeadoras del paisaje a lo largo y ancho de todo el Sistema Solar. Como ejemplos, y de arriba abajo y de izquierda a derecha, no a la misma escala: cráteres en la Luna, Mercurio, la luna de Saturno, Mimas, y la luna de Plutón, Caronte. (NASA/GSFC/JPL-Caltech/SSI/CICLOPS/JHU-APL/ASU/SwRI/Carnegie Institution of Washington)

En el artículo principal de este revista leemos una entrevista con uno de los autores de una monografía científica que investiga todas las posibles eventualidades respecto a un impacto de un asteroide con la Tierra. Vamos a explorar un poco más en detalle el riesgo que puede suponer un evento de este tipo.

A las 9:20 de la mañana de un frío 15 de febrero de 2013, una masa rocosa del tamaño de un edificio de seis plantas, y con una masa de más de diez mil toneladas, entró con un ángulo de apenas 20 grados en la atmósfera superior de la Tierra sobre las fronteras de Mongolia, China y Kazajistán. Viajando a unos 69 000 km/h, en pocos segundos cruzó el cielo de Asia central para comenzar a desintegrarse por el rozamiento atmosférico a unos cien kilómetros de altura sobre la populosa ciudad de Cheliábinsk, ubicada al sur de los Urales, en la Siberia rusa. Su resplandor máximo en esos momentos fue tal que llegó a ser similar al del Sol. Multitud de cámaras de seguridad en edificios y vehículos registraron espectaculares vídeos mostrando una especie de bólido súper luminoso que dejaba tras de sí una estela humeante, proyectando tanta luz que creaba nítidas sombras sobre el paisaje de esa helada mañana rusa. Algunos testigos afirman haber sentido un calor intenso procedente de la bola de fuego.

Ángel Gómez Roldán

Artículo completo en la revista de septiembre de 2024.