En ese momento, pensamos en dos posibles soluciones: o bien comprar una cámara monocromo para hacer banda estrecha, o usar nuestra cámara a color añadiéndole algún filtro de contaminación lumínica. Dado que la opción de banda estrecha en mi caso suponía un desembolso extra considerable, decidí dar una oportunidad a los filtros anticontaminación.
Partiendo de la base de que en el espectro aproximado que una cámara a color astronómica (con filtro IR/UV) puede registrar, la región que más nos interesaría bloquear con el filtro es la zona del naranja-amarillo (que es donde se concentran las líneas de emisión de las lámparas de vapor de sodio y mercurio), mientras que al mismo tiempo permite el paso del espectro restante. En menor medida, también sería ideal bloquear otras longitudes de onda en el rango azulado en las que estas lámparas también emiten. Pero esto puede generar un problema, y es el «bloquear de más», es decir, cuando al restringir la luz que entra para evitar la contaminación, también bloqueamos la luz del objeto que queremos fotografiar. Por ello, nos encontramos en la tesitura de saber hasta qué punto es rentable un filtro más que otro en términos de captación/restricción de luz.