La exploración espacial ha sido, desde sus inicios, una actividad que ha apasionado a millones de personas. La ciencia-ficción ha planteado en multitud de ocasiones viajes entre planetas del Sistema Solar y travesías que llevan a tripulantes humanos a otros sistemas estelares o, incluso, otras galaxias.
La realidad es más modesta, aunque existen buenas razones para ello. El motivo principal es que se ha de suministrar energía para que una nave espacial acelere. Mientras mayor sea la velocidad necesaria y mayor la masa de la nave, más energía se precisa. Para recorrer grandes distancias en tiempos razonables, donde razonable significaría un viaje de menos de un siglo, las velocidades a alcanzar serán enormes. Por ejemplo, una nave espacial capaz de desplazarse al 10 % de la velocidad de la luz tardaría unos 84,4 años en ir y volver de la estrella más cercana al Sol, Próxima Centauri. Pero para la tecnología actual, tales velocidades son un sueño.