Otra sonda en un asteroide

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El asteroide Bennu, de solo 492 m de diámetro, fotografiado el pasado 3 de diciembre a 19 km de distancia. En la esquina superior derecha, representación artística de la sonda OSIRIS-REx, no a escala con Bennu, obviamente. (NASA/Goddard/University of Arizona)

El pasado 3 de diciembre de 2018, la sonda de la NASA OSIRIS-REx se situaba a apenas unas decenas de kilómetros de distancia de su destino, el pequeño asteroide Bennu, de apenas medio kilómetro de diámetro. Menos de seis meses antes, otra nave espacial, la japonesa Hayabusa 2, llegaba a otro asteroide, Ryugu. Ambas misiones tienen como objetivo recoger muestras de la superficie de esos asteroides y traerlas de vuelta a la Tierra para su estudio.

Curiosamente, tanto Ryugu como Bennu tienen una apariencia similar, una enorme roca con forma de trompo y unas superficies cubiertas de grava y piedras. Sin embargo, Bennu, a pesar de tener la mitad del tamaño de Ryugu, donde ya han descendido unos pequeños robots saltadores, es de un tipo de asteroide muy primitivo, rico en carbono y moléculas orgánicas. Además, Bennu es también un cuerpo de los potencialmente peligrosos, pues su trayectoria puede intersectar la de la Tierra (por ejemplo, pasará a «solo» entre 100 000 y 300 000 km de nuestro planeta en septiembre de 2135). Por ello, el estudio que comienza ahora la sonda OSIRIS-REx reviste un gran interés. Justo a finales del año pasado, el 31 de diciembre, se colocó en órbita alrededor del asteroide, empezando un cartografiado en detalle para caracterizarlo y buscar el mejor lugar para realizar la toma de muestras aproximadamente dentro de un año. Se espera que la sonda pueda recoger hasta 60 gramos de material, que regresará a la Tierra en una cápsula hacia septiembre de 2023.

Por supuesto, seguiremos dando noticias en la revista tanto de esta misión como la de su homóloga japonesa. Tiempos interesantes para el estudio de los cuerpos más primitivos del Sistema Solar.