Nuestro satélite
La Luna está muy de moda, con la reciente noticia de la detección de moléculas de agua en zonas iluminadas por el Sol en su superficie.
Pero los astrónomos aficionados a menudo consideramos la Luna como un estorbo. Su blanca luz molesta para hacer observaciones de cielo profundo, y cuando ella está en el cielo solo podemos ver los astros más brillantes, de modo que no poca gente la considera una fuente de «contaminación lumínica» natural (salvando todas las distancias con la nefasta, insana y derrochadora contaminación lumínica artificial, por supuesto).
Desde esta vuestra revista nos gusta romper una lanza a favor de la Luna y de su observación. Tanto visualmente como en astrofotografía, nuestro satélite es todo un deleite cambiante hora a hora, el mundo más cercano en el que podemos apreciar con todo lujo de detalles un auténtico paisaje alienígena sin tener que recurrir a la imaginación. Y sin duda, es la mejor puerta de entrada para que cualquier persona se aficione a la astronomía o capte su interés por el universo en el que vivimos.
Sí, cuando la Luna está presente en el cielo nocturno no nos deja apenas hacer otro tipo de observaciones, pero solo es la mitad del mes… disfrutemos de su mirada en esos momentos, pues por muchas veces que la hayamos visto, nunca defrauda su belleza y serenidad. Además, en los próximos años va a volver a ser un centro de atención con las misiones espaciales previstas hacia ella, en las que el ser humano regresará a pisar de nuevo su superficie. Lo esperamos con emoción.
La imagen adjunta es un bello mosaico de la Luna tomado con un telescopio Celestron 9.25 sobre montura Losmandy G11 FS2 y cámara ZWO 1600 MM Pro. Fue obtenida con Firecapture y procesada con RegiStax desde La Figuera, Tarragona, por Manel Martín Folch, miembro de la Agrupación Astronómica de Sabadell y la Asociación Astronómica de Torroja del Priorat, Tarragona.