Megaconstelaciones de satélites
El presente artículo analiza el problema planteado por las megaconstelaciones, y a la luz de algunos precedentes y de la normativa internacional existente, apunta vías que les podrían resultar útiles a los astrónomos para hacer frente a este desafío.
La historia de la astronomía reciente es en parte la de una huida de los observatorios a lugares del mundo cada vez más alejados, para así evitar la creciente iluminación de las ciudades. Pero ¿qué sucede cuando la contaminación lumínica se origina en el propio cielo, de forma que todos los lugares del mundo, incluso los más apartados, quedan afectados?
Este escenario potencialmente catastrófico para los astrónomos comenzó a hacerse realidad a partir de 2019, con el lanzamiento al espacio de los primeros satélites de las constelaciones Starlink y OneWeb.
Las constelaciones son grupos de satélites similares, situados en una misma órbita, y dedicados a cumplir un servicio a nivel mundial. El concepto no es nuevo, y hay constelaciones bien conocidas que llevan décadas ofreciendo servicios, sea de posicionamiento global, como GPS (24 satélites), o de telefonía móvil global, como Iridium (66 satélites). La gran novedad es que ahora estamos hablando de cientos, incluso miles de satélites. De ahí la denominación familiar de «megaconstelaciones», para distinguirlas de las que se lanzaron en el pasado.
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Astronomía diciembre 2020 No 258 – Edición digital
Astronomía diciembre 2020 No 258 – Edición impresa