Cada vez es más difícil observar el cielo nocturno, debido a la luz artificial nocturna, las interferencias radioeléctricas y el rápido aumento de las constelaciones de satélites. Cada uno de estos factores tiene un impacto adverso en las observaciones astronómicas.
En décadas recientes, el paulatino aumento de la población global, unido a un mayor crecimiento económico y a la reducción de los costes de iluminación al usar luces LED, contribuyen a un rápido y progresivo impacto en el cielo nocturno. Las mejoras en la eficiencia de la iluminación indirectamente han conducido a un aumento de la contaminación lumínica. Solo la iluminación exterior en las ciudades consume el 19 % del consumo eléctrico global (con previsión de que llegue al 27 % en 2040), y supone de un 30 a un 50 % de la típica factura energética de una ciudad. El cómputo global de la iluminación supone unas emisiones equivalentes a 1471 millones de toneladas de CO2 al año, equivalente al 18 % del total de emisiones de China o el 27 % de los EE. UU., los dos países con mayor cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero. Y desafortunadamente, hay poca conciencia pública del vínculo entre la iluminación y las emisiones de CO2.
Antonia M. Varela
Artículo completo en la revista de noviembre de 2023.