
Primera entrega de esta serie dedicada al mayor y principal astro de nuestro sistema, el Sol.
El peligro de enviar sondas espaciales a las cercanías del Sol para su estudio, como sí se hace con los planetas, es la enorme cantidad de energía en forma de calor que desprende, imposibilitando que las naves se acerquen. Debemos de conformarnos con estudiarlo de lejos, con la consiguiente merma en la obtención de algunos datos científicos.
La primera sonda construida para el estudio de nuestra estrella fue la Pioneer 5 de la NASA, en marzo de 1960. Entre sus objetivos se encontraba la observación de las llamaradas solares y la medición del campo magnético existente entre la Tierra y Venus. Llegó a situarse a 127 millones de kilómetros del Sol (la distancia entre la Tierra y el Sol es de 150 millones de kilómetros). Desde la época de la Pioneer 5, han sido numerosas las sondas espaciales dedicadas a la investigación de los fenómenos solares, casi todas lideradas por la agencia norteamericana NASA y la europea ESA. Por esta razón, dedicaremos unas líneas solo a las más exitosas y conocidas.