La nebulosa planetaria ESO 577-24 se expande por el espacio. A pesar de su nombre, se trata de los restos de una estrella gigante que tras su muerte expulsó las capas más exteriores de materiales que brillan al recibir la luz de la estrella enana que ha quedado. La nebulosa tendrá una vida efímera de tan solo 10 000 años, apenas un guiño en términos cósmicos.
Las estrellas gigantes rojas terminan su existencia al agotar su combustible de hidrógeno. En ese momento empiezan a sufrir las contracciones debidas a la atracción gravitatoria. Al colapsar hacia su interior la inmensa presión reinicia la fusión nuclear provocando que expulse sus capas más exteriores en forma de potente viento estelar. La radiación ultravioleta que emite el núcleo estelar resultante es capaz de ionizar los átomos de esa envoltura haciéndola brillar, convirtiéndose en el equivalente estelar a una última exhalación.
Esta nebulosa fue descubierta en los años 50 del siglo pasado. Se encuentra a unos 1400 años luz de distancia y solo es posible detectarla con telescopios potentes. La imagen forma parte del programa de Gemas Cósmicas del ESO, una iniciativa para crear imágenes de objetos atractivos visualmente, interesantes o intrigantes con propósitos educativos y divulgativos. Se aprovecha el tiempo de los telescopios profesionales del ESO que no es útil para observaciones científicas, aunque los datos están disponibles para la consulta de cualquier astrónomo.