
La tradición dice que Roma se asienta sobre siete colinas, en realidad son algunas más y en una de las más altas se alza el observatorio de Monte Mario, sede del Instituto Italiano de Astrofísica (INAF) que también acoge el Museo Astronómico y Copernicano.
La astronomía romana tuvo su época de esplendor en el siglo XIX con los trabajos de Lorenzo Respighi (1824-1889) en el Observatorio del Campidoglio y del padre Angelo Secchi (1818-1878) en el observatorio jesuita del Collegio Romano (véase Astronomía 258, diciembre 2020) quienes, a pesar de contar con pocos medios, fueron capaces de desarrollar un campo nuevo: la espectroscopia solar.
Los continuos problemas de financiación llevaron a los observatorios romanos a centrarse en la compilación de catálogos estelares y a los estudios de posición. Mientras tanto, en Estados Unidos surgían los grandes observatorios equipados con gigantescos telescopios que conseguían una resolución mucho mayor en los trabajos de cartografía celeste. Quedaba claro que la época de los observatorios pequeños había quedado atrás.
Paco Bellido y Lola Vázquez
Artículo completo en la revista de abril de 2024.