Hace más de 600 000 años tuvo lugar la última gran erupción que configuró el paisaje de esta región de los Estados Unidos, y que, debido al color de las emanaciones sulfurosas que todavía persisten después de tanto tiempo, recibió el nombre de Yellowstone.
El hecho del post-eclipse y el mes de agosto hacen que, de toda la fauna visible que se puede ver en este espectacular Parque Nacional, la especie más numerosa sea el homo Sapiens. Bromas aparte, a pesar de la masificación en los lugares más emblemáticos del Parque, los integrantes de la expedición Shelios 2017 hemos podido maravillarnos con la visión de manadas de bisontes en libertad, y de alces campando a sus anchas en los mismos jardines del centro de visitantes.
Además de fascinarnos con estos animales y con la vegetación, entre la que destacan enormes praderas alternadas con espesos bosques de coníferas, los numerosos ríos rápidos que cruzan Yellowstone y la orografía del lugar crean espectaculares cascadas que, a pesar de encontrarnos en la estación seca, fluyen repletas de agua.
Pero sin duda, el paisaje más singular que hoy hemos podido ver han sido las Mammoht Hot Springs, una zona de nacederos de aguas termales, en la que el agua a cientos de grados cargada de minerales que surge del interior de la Tierra ha creado fantásticas colinas de depósitos calizos con colores en toda la gama de blancos, amarillos y ocres. Los gases que vemos surgir de estas aguas y su peculiar olor de azufre, muy habitual en todo el Parque, nos recuerdan el origen volcánico de esta región. Y, no obstante, hay vida en estas aguas hipercalientes y venenosas. Organismos extremófilos como bacterias son los responsables de dar el color amarillo de estas rocas que, a algunos, nos recuerda a cómo puede ser el paisaje de la luna volcánica de Júpiter, Ío, y, de paso, nos hace pensar en la persistencia de la vida en condiciones extremas. Como astrónomos, es difícil no hacer estas asociaciones entre la Tierra y el Cielo.
Mañana seguiremos explorando la magnificencia de Yellowstone. Hoy regresamos al campamento agotados pero satisfechos del privilegio de visitar esta maravilla de la naturaleza, creo que un poco más conscientes de lo extraordinario que es nuestro pequeño mundo azul.