Desde sus orígenes, la ciencia ficción ha planteado las grandes cuestiones, inquietudes y anhelos de la humanidad. ¿Hay otros mundos como el nuestro? ¿Podremos viajar más allá de nuestro Sistema Solar? ¿Estamos solos en el universo? ¿Existe vida inteligente ahí fuera, además de la nuestra?
«El espacio: la última frontera…» Así daba comienzo cada uno de los ochenta episodios de Star Trek, la serie original. Los viajes de la nave Enterprise y su, como diríamos hoy, «inclusiva» tripulación formada, entre otros, por el capitán Kirk, Scotty, Uhura, Sulu, el doctor McCoy, Chekov y, cómo no, el exótico Spock, tenían como misión «…la exploración de mundos desconocidos, el descubrimiento de nuevas vidas y civilizaciones… hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar.»
Como muy acertadamente afirma Stephen Hawking en el prólogo del libro de Lawrence Krauss, The Physics of Star Trek, «la ciencia ficción tiene el poder de expandir la imaginación humana […] Confinar nuestra atención solo a asuntos terrestres sería limitar el espíritu humano.» Resulta difícil no estar de acuerdo. De hecho, un numeroso grupo de científicos célebres, entre los que se cuentan el propio Hawking y otros como Arthur C. Clarke –autor de 2001: una odisea del espacio– siempre ha manifestado públicamente que sus carreras profesionales comenzaron en las páginas de cómics, novelas, revistas o salas de cine. Muchos de los logros y descubrimientos científicos que actualmente disfrutamos comenzaron en las mentes e imaginaciones de los autores de ciencia ficción y, seguramente, que mucha de la ciencia ficción de hoy constituirá la ciencia de mañana.